#6 Un poco menos de todo

“Necesito poco y lo poco que necesito, lo necesito poco” San Francisco de Asis

Imagina que vas caminando por la calle y cada comercio o publicidad intentara venderte objetos, servicios o actividades que a vos en verdad no te interesan. De ser así, es posible que no cumplan con su misión. Por ejemplo, a mi no me interesa el fútbol, por eso las gráficas de camisetas, pantalones y pelotas no son muy persuasivas conmigo.

Cuando te enamoras de la simpleza, algo así puede pasarte con muchas de las cosas que quieran venderte. Vas caminando, ves por ejemplo unos anteojos muy lindos, pero en el fondo sabes que no los necesitas, que sólo te harán gastar tu dinero-tiempo (el dinero no deja de ser una abstracción contable que representa tu tiempo de trabajo, entre otras cosas) y seguís de largo, porque encontrás más belleza en un espacio despojado y en una vida tranquila y modesta.

Lo paradójico es que llevar una vida sencilla se sienta tanto más complejo que trabajar sin parar para cubrir la inmensa cantidad de ropa, dispositivos electrónicos, objetos, servicios y cursos que consumimos periódicamente, sumado al estrés de no perderlos; cuando lo único que se necesita es dejar de hacer. ¿Pero qué difícil es no?

El tiempo que nos roban los objetos materiales no se esconde solo en el trabajo que invertimos en conseguirlos, también está la energía-tiempo que invertimos en preservarlos y en mantenerlos limpios.

Una casa con pocos elementos se desordena menos y necesita la mitad de esfuerzo para volver a organizarla. Incluso es muy inferior el tiempo que se requiere para limpiar un espacio despojado: hay pocas cosas juntando polvo, poco que mover o levantar y menos recovecos donde se esconda la tierra o los pelos de los perros. También es muy inferior la cantidad de ingresos mensuales que debemos conseguir si no tenemos que sostener una lista larga de servicios, actividades y productos que no necesitamos y que en el fondo, es posible que si siquiera nos hagan felices.

Y esto de que “nos sobre tiempo” no es en favor de la productividad. Es vida-tiempo para dedicar al ocio, al descanso, al servicio, al compartir y al desarrollo personal.

Poseer menos cosas también nos permite establecer un vínculo más cuidadoso e íntimo con cada una.

A quién no le pasó de haber deseado mucho algo y a los días de obtenerlo dejarlo en un cajón olvidado. Cuando la incorporación de un nuevo objeto nace de un deseo consciente, es posible que tengamos un vínculo más duradero, amoroso y de mayor cuidado.

Encontrar belleza en lo simple y sin artificio además puede ser el antídoto para curarnos del materialismo.
La extracción, la producción, el traslado, la comercialización y el posterior descarte de materias primas y sus productos resultantes tiene un ENORME impacto ambiental. Una vida modesta nos ayudaría a “Pisar levemente el planeta y saber valorar lo que se encuentra”. (frase de Leonard Koren)

Encontrar belleza en lo simple no significa sólo no acumular objetos materiales. Se parece más a una vida austera y ligera, donde tener poco, hacer poco, e ir más lento nos permita llegar más profundo y vivir más conscientes.

Podría resumirse como lo hizo Leonard Koren al referirse al Wabi sabi: “Es el estado de gracia al que llega una inteligencia sobria, modesta y sinceramente sensible. La estrategia principal de esta inteligencia es la economía de medios. Ir reduciendo hasta la esencia, pero sin quitarle la poesía”

 


 

EN LA ILUSTRACIÓN

Dentro de la falsa idea de escasez que carga “lo poco”, se esconde un gran potencial de posibilidades.

Aquello que se presenta como un límite puede ser un punto de partida para transitar lugares que no recorreríamos si no nos viéramos forzadxs a actuar creativamente. 

Si tengo pocas cosas, aparte de encontrarme en la necesidad de profundizar en todas las posibilidades que me ofrece un material, puedo expandir sus límites y descubrir nuevas combinaciones o formas de utilizarlo, incluso desarrollar un estilo personal basado en las experimentaciones realizadas.

Stephen Nachmanovitch en su libro Free play dice que “La necesidad nos obliga a improvisar con el material que tenemos a mano, acudiendo a recursos e inventiva que no serían posibles para alguien que pudiera comprar soluciones prefabricadas”. También agrega que “Trabajar dentro de los límites del medio nos obliga a cambiar nuestros propios límites.”

Antonio Stradivari (el creador de los violines Stradivarius) fabricó algunos de sus más hermosos violines con madera de una pila de remos rotos encontrados en los muelles de Venecia.

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Estos contenidos están extraídos de mi taller de ilustración “El borde de lo sensible”. Si te interesa saber un poquito más de que se trata, encontras información aquí.

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