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#4 Camino a lo simple

Hace unos días me di cuenta de que en los últimos 10 años, tal vez más o tal vez menos, porque es difícil precisar cuándo comenzó, mi búsqueda central se basó en volver mi vida más simple.

Si puedo identificar que lo primero que simplifiqué fue mi relación con los objetos materiales. Entiendo que tal vez fue lo más fácil por su cualidad tangible y por su vínculo con una vida más sustentable, que desde ese entonces representa uno de los temas centrales para mi.

Si bien nunca fui una persona consumista y ni siquiera es que tenía más cosas que un ser humano promedio, yo sentía que eran más de las que me resultaba cómodo tener. 

La cuestión es que con el tiempo el minimalismo me fue conquistando porque reunía dos conceptos que me resultaban de lo más atractivos: el cuidado de la tierra y la resistencia ante el sistema capitalista.

Sin embargo, recién en los últimos dos años comprendí que vivir con sencillez era mucho más que tener pocos objetos materiales. Ya que podía vivir con menos, pero seguía complicándome la vida de todas las formas posibles: me metía en 50 proyectos a la vez, ilustraba cada acontecimiento vinculado a temas ambientales o animales, tenía perros y aves en tránsito en simultáneo, leía muchos libros ansiosamente porque tenía otros por leer, hacia cursos de cosas de lo más variadas y todo trataba de hacerlo de la mejor forma posible.

No hace falta que aclare que el problema no eran las cosas que hacía, sino cuántas y el modo poco sustentable para mi cuerpo, mente y energía disponible. 

Como era de esperar, un día me quemé y desde ahí empecé a cerrar “pestañas” para volver a lo esencial.

Pero no fue hasta hace muy pocos días que fui consciente de que la simpleza o sencillez, es uno de los temas que más me inspiran, conmueven y más me apasionan hablar y traer a mi vida cotidiana. Y con esto no quiero decir que yo sea una persona simple y viva en armonía, pero sí puedo decir que en mi recorrido como persona compleja, he aprendido a ponerme de a poquito las cosas más simples.

A veces se hace difícil, porque las ciudades se sostienen intentando que necesitemos mucho de todo. Pero cuando tenemos tanto, en verdad no tenemos nada, porque perdimos la capacidad de experimentar con profundidad y de conectar con las pequeñas cosas que son, al fin de cuentas, las más valiosas.

Y lo peor de todo no es sólo que nos estamos perdiendo de nuestras propias vidas, sino que estamos destruyendo sin escalas el planeta que nos sostiene.

Elegir una vida más simple, con menos de todo, de primera es muy sano para el corazón, para la mente y para el cuerpo agitado que intenta acompasar el ritmo desquiciado de la vida moderna. Nos da la oportunidad de vivir en mayor conexión con nuestro interior y con la naturaleza que nos rodea y nos vuelve más responsables sobre nuestro rol como habitantes de la tierra.

Es por eso que decidí que cada mes, aparte del segmento de ilustración, empezaré a desentramar este tema que tanto me gusta explorar: La simpleza. Y como ya venía haciendo, también la sensibilidad.


 

EN LA ILUSTRACIÓN

En el taller hacemos mucho hincapié en la potencia de las ideas simples. Y con simple no me refiero a chato, o lo primero que se te venga a la mente. Sino a buscar profundidad en la simpleza. A abrirse a lo íntimo, poético y emotivo que guarda la sencillez.

Cuando concentramos la energía en una única idea y no tratamos de decir muchas cosas en simultáneo, podemos profundizar y aumentar exponencialmente la fuerza de nuestro mensaje. 

Encontrar profundidad en la simpleza a veces puede resultar más difícil porque lo simple pasa a cada instante delante de nuestros ojos, pero no estamos atentxs para registrarlo. Nos pasa por al lado cuando tenemos 700 cosas que hacer, cuando vamos corriendo de reunión en reunión, mientras estamos scrolleando en el teléfono, etc.

Puede ser la forma en que entra el sol por la ventana, puede ser un gesto, puede ser algo que siento cuando escucho un pájaro o cuando miro dormir a mi perra, puede ser la sensación del viento, puede ser todo, porque este mundo está lleno de cosas maravillosas y simples que pasan a cada instante.

Mi recomendación es que intentes en tu día a día poner un poco más de atención a registrar las cosas simples que pasan a tu alrededor para que encuentres una inagotable fuente de inspiración y de yapa, también seas más feliz.

Si te interesa saber un poquito más sobre mi taller «El borde de lo sensible», encontras más info aquí.