#5 Habitar el instante

Cuando me pregunté cómo comenzar este recorrido de profundización sobre la simpleza y la sensibilidad sentí que “diferenciar lo esencial” podría ser el primer paso.

Sin embargo, diferenciar lo esencial para muchas personas puede ser una tarea muy compleja, ya que vivimos en una sociedad que valora lo superfluo y la desconexión de la esencia. 

 Esencial: Vinculado a la esencia. 
Aquello que es invariable o primordial en algo, constituyendo
su naturaleza. Algo o alguien esencial es fundamental. 

En algún momento de mi vida confié en que era yo quién elegía el modo en que me comportaba, lo que consumía, en qué creía, pero luego de mucho trabajo interno pude descubrir que en demasiadas ocasiones, mis decisiones eran una reproducción de acciones automáticas, hábitos de pensamiento basados en experiencias pasadas, creencias adquiridas y mandatos sociales o familiares.

¿Cuántas prácticas reproducimos sólo porque otros también lo hacen de ese modo, sin preguntarnos antes si es bueno para nosotrxs, para los demás seres o para la tierra?

¿De qué manera podemos empezar a ser conscientes de qué es lo esencial para llevar una vida en conexión con la simpleza y la sensibilidad que guardamos dentro?

En mi caso pude comenzar a ser más consciente -y digo comenzar, porque es un proceso en transición permanente- cuando empecé a darle permiso en mi día a los estados de presencia. Al principio fueron lecturas o videos inspiradores, luego llegaron la meditación, el yoga y el mindfulness que actuaron como pequeñas estacas que me anclaron -de a ratos- al momento presente.

Estar presentes en el cuerpo y en el espacio alrededor, con los sentidos y el corazón abiertos a las experiencias que se despliegan momento a momento, nos brinda la posibilidad de mirar con ojos nuevos lo conocido (y naturalizado) para cuestionarlo, destramarlo y armar el nuevo tejido con mayor consciencia y libertad. 

Para mi actua como un filtro que me permite ver si estoy trabajando demasiado, si estoy deseando objetos que en verdad no necesito, si me estoy alimentando en favor de mi salud, si estoy registrando mis emociones y cómo me estoy vinculando con el entorno y con el planeta que habito, entre muchas otras cosas.

Lógicamente no es fácil permanecer atentxs al instante presente, requiere de disciplina y constancia para que no nos lleve puestxs la maquinaria inmensa del sistema capitalista, la tecnología moderna, la cultura y los patrones personales que trabajan amalgamados ejerciendo una fuerza en contra. El tema es que si no lo intentamos, corremos el riesgo de vivir hipnotizadxs mirando la pantalla de un celular, llenando nuestras vidas de objetos y actividades que en verdad no necesitamos, alejándonos de lo que es esencial en nuestras vidas y tomando decisiones que contribuyen a dañarnos a nosotrxs mismos y al planeta que nos sostiene.

A veces, aquello que necesitamos para llevar una vida en mayor conexión con nuestro interior y con lo que nos rodea está delante de nuestros ojos esperándonos, pero lo que no nos permite ver, es que estamos mirando en la dirección equivocada.


 

EN LA ILUSTRACIÓN

Estar presentes al momento de ilustrar nos conecta con el proceso y le resta presión al resultado. Estamos ahí porque disfrutamos estar y permitimos que nuestra consciencia se apoye en la punta del pincel y se arrastre suavemente sobre la hoja.

En mi caso siempre pinté escuchando la radio o podcasts, pero un día, preparando un apunte para el taller, leí que la atención solo puede centrarse en una única tarea y que cuando creemos que estamos en formato “multitasking”, lo que nuestra atención en verdad está haciendo, es saltar de una tarea a otra a gran velocidad. 

Ese salto no es gratuito para nuestro cerebro, ir y volver constantemente representa un gasto muy fuerte de energía que no estaríamos desperdiciando -y agotándonos- si nos concentráramos en una única tarea.

Cuando lo puse en práctica pude registrar que al escuchar la voz del podcast mi atención salía del pincel y luego volvía. Como si durante esos instantes, mi mano entrara en velocidad crucero y cada tanto se acordara de mirar la ruta. Imaginate la cantidad de veces que mi cerebro iba y venía para poder estar escuchando todo el relato en simultáneo que dirigía mi mano, elegía colores y detalles que le darían vida a un personaje.

Desde entonces pinto en silencio, intentando que mi atención se concentre en lo que estoy haciendo. Esta práctica aparte de permitirme conectar con mayor profundidad con la obra, sirve como ejercicio de meditación activa para traer la consciencia al momento presente.

Como resultado, disfruto más de mi trabajo, me siento más agradecida y siento menos ansiedad.
Eso si, esto se logra con constancia y disciplina, e igualmente, no todos los días será igual, pero aceptarlo también es parte del aprendizaje.

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Estos contenidos están extraídos de mi taller de ilustración «El borde de lo sensible». Si te interesa saber un poquito más de que se trata, encontras información aquí.

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